–Cuéntenos de su experiencia trabajando en el INC en el gobierno de Velasco. Usted venía de una familia de terratenientes.
–Efectivamente mis dos abuelos fueron terratenientes, pero maticemos: La hacienda San José y San Regis de Chincha era de los doce hermanos Cillóniz Eguren desde 1913, pero mi abuelo Carlos vendió su parte a sus hermanos por desavenencias familiares en 1952, cuando yo aún no había cumplido ocho años. Por otra parte la hacienda de Tomabal y San Ildefonso de Virú fue de mi abuelo Antonio de la Guerra Hurtado de Mendoza, que falleció en 1937, siete años antes de nacer yo, siendo administrada a partir de entonces por sus hijos varones, Antonio, Luis y Carlos, sin que las hijas mujeres, Luisa y mi madre Ana, participaran ni de la administración ni de los beneficios, hecho que motivó que mi madre entablara juicio a sus hermanos, cuya sentencia favorable a mi madre jamás se llevó a cabo como consecuencia de la reforma agraria. De modo que mis “experiencias terratenientes” son nulas por parte materna y escasas, vagas y lejanas por la línea paterna.
En cuanto a mi experiencia en el Instituto Nacional de Cultura durante el proceso revolucionario del general Velasco Alvarado, debo señalar que fueron años convulsos, porque al margen de que la oposición al gobierno estuviera lógicamente encabezada por la derecha del país, tanto la oligarquía en general como en particular los miembros y simpatizantes de Acción Popular, un amplísimo sector de la izquierda no lo apoyaba, como fue el caso del APRA, de los trotskistas y de los maoístas; tampoco fue un movimiento generalizado entre los militares; y uno de los principales obstáculos era que no sólo muchos trabajadores de la administración del Estado pudieran estar en contra de Velasco, sino que incluso varios dirigentes del proceso pertenecían a todos esos grupos sociales antes mencionados, también en el Instituto Nacional de Cultura, y en esas condiciones poco o nada se podía hacer; como ejemplo pondré sólo un caso; yo era director de la Editorial del INC, bajo la dirección técnica de Actividades Culturales y existía en la dirección técnica de Promoción Cultural la dirección del Departamento de Literatura, Teatro y Cine; entonces, ¿qué debería yo editar, para que nuestra acción cultural impulsase los cambios sociales que pretendía el proceso revolucionario que se produjeran?, como es lógico se debería hacer un proyecto de publicaciones que atendiese las demandas de Promoción Cultural y eso mismo fue lo que confeccionamos las direcciones de la Editorial y de Literatura, Teatro y Cine, pero la Dirección General del INC lo vetó, así que el plan editorial fue el de una gallina corriendo sin cabeza.
–Usted retorna a España antes del golpe de Morales Bermúdez ¿cierto? ¿Fue su vida parecida a la de un exiliado?
–Mi retorno a España es consecuencia de mi dimisión como director de la Editorial del INC y ésta se produjo por mi enfrentamiento con la Directora General del INC. El motivo fue que una delegación de cultura había viajado a La Habana en 1973, de la que yo también formaba parte, habiéndose firmado un protocolo, que en lo concerniente a la Editorial establecía que el INC debía publicar una antología poética elaborada por Cuba en reciprocidad a la que elaborada por nosotros ellos publicarían. Pues bien, cuando recibimos la antología de poesía cubana, Mario Razzeto, jefe de Publicaciones Periódicas, esto es, de revistas y anuarios, no de libros, cuya jefatura estaba vacante y desempeñaba yo también, quitó unos poetas e introdujo otros que no figuraban, entendiendo yo que se vulneraba el protocolo en el punto que era mi responsabilidad, surgiendo entonces mi enfrentamiento con la dirección general, que apoyaba a Razzeto, por lo que dimití. ¿Todo esto ocurría antes del golpe de Estado del general Morales Bermúdez?, creo que todo eso era parte ya del golpe, no sólo lo de la antología, sino lo de la falta de proyecto editorial, los nombramientos, los cargos, la contrarrevolución enquistada en el propio proceso.
Y, ¿por qué España, cuando Cuba me ofreció trabajar en Prensa Latina y Bulgaria en el Instituto Lingüístico? Porque después de no conseguir trabajo en el Perú a medida que lo fui buscando, tanto en SINAMOS primero, como después INIDE y así las universidades hasta llegar incluso a la enseñanza media, por una simple cuestión ética, ya que no habiendo participado en la formación de esas sociedades, búlgara o cubana, sin embargo me aprovecharía del bienestar que me ofrecían sin apenas merecerlo; por eso retorné a España, donde había ya estudiado y como se mantenía en el poder el general Franco, sufrí un exilio sin ninguna protección de asilo, pues en todas las hojas del pasaporte peruano que aún conservo se lee “prohibido trabajar en España” al tiempo que se me exigía probar medios de vida o se me abría la correspondencia. Verdaderamente no fue un viaje turístico y durante mucho tiempo participé en una militante oposición al régimen.
–Usted mismo ha dicho ser parte de la generación de poetas del 68, y no del 60 ni del 70. ¿Por qué?
–Porque niego que haya una Generación del 60 y otra Generación del 70. Porque, si analizamos la poesía de la década de los 60 en el Perú, veremos que cuando surge una nueva poesía es entre 1964 y 1968, con cuatro libros fundamentalmente, Consejero del lobo de Rodolfo Hinostroza en 1964, Las constelaciones de Luis Hernández en 1965, mi Verso vulgar en 1967 y Canto ceremonial contra un oso hormiguero de Antonio Cisneros en 1968. Es algo parecido a lo que ocurrió con las generaciones del 40 y 50, que acabaron siendo refundidas en una sola, la del 50. Entonces, ¿cómo denominarla, Generación del 64, del 65, del 66, del 67 o del 68?, eso da lo mismo, si se habla del 68 es porque en 1968 concurren los cambios políticos de aquel entonces o los sociales, más perdurables hasta ahora, porque coincide con el mayo francés o con la primavera de Praga, es decir, un cambio nacional a la vez que se producen unos acontecimientos internacionales, por eso lo del 68, no por otra cosa; pero lo que es incuestionable es que el Cisneros anterior a Canto ceremonial contra un oso hormiguero escribía a modo del cincuenta.
–La crítica lo califica como poeta insular, casi marginal, entre los poetas peruanos. ¿Esto se debe principalmente a su vida fuera del país? ¿O también a su estilo, que también califican como único?
–Mi vida fuera del país no ha hecho de mí un poeta insular o marginal, el problema no es la residencia; Eguren es un poeta insular, un poeta marginal también a pesar de haber vivido en Barranco y González Prada también fue en algunos de sus poemas un poeta franco-sajón sin necesidad de salir de Lima. Que yo sea un insular o un marginal por vivir fuera del Perú, más hoy que estamos en una aldea global, es asunto de quienes lo sustenten, si yo resulto ser un poeta marginal, insular, es porque mi poesía es así, inclasificable, con “el carácter atípico de la poesía de Antonio Cillóniz dentro del panorama hispanoamericano de hoy”, que dijera mi tocayo Melis, y eso ¿por qué?, no tanto en mi opinión por no haber pertenecido a grupos ni participado en sus manifiestos, sino por haber realizado distintas lecturas y por una diversa actitud cultural, literaria y poética, porque si fuese de otro modo al vivir yo en España mi poesía entonces debería ser como la española cuando esto no es así en absoluto.
–¿Cuánto influye en su poesía su experiencia política en el Perú? ¿Y el exilio?
–Mi alejamiento físico del Perú influyó enormemente en la temática e incluso en la forma, porque mi primer libro Verso vulgar, escrito ya en España, es un discurso contra la dictadura, mientras para nuestra generación la dictadura de Odría pasaba desapercibida, y porque en Después de caminar cierto tiempo hacia el este, así como en Entre espadas de Damocles, hay una presencia peruana y en ciertos poemas del primero a veces hasta un cierto tono del castellano andino; pero también ha influído mi presencia en el Perú, pues en los dos siguientes libros, Fardo funerario y Una noche en el caballo de Troya, hay muchos poemas que se refieren a mi época del INC. Y en general el exilio me ha permitido ver el Perú con una perspectiva tanto histórica como geográfica y algo teñida también de nostalgia.
–Usted divide su actividad poética en dos etapas: del 65 al 90 y del 91 al 2016. ¿Por qué esa división?
–Esas dos etapas vendrían a conformar mi período histórico, por decir así, porque todo poeta tiene su prehistoria, aquellos versos, poemas, incluso libros que no han visto la luz ni la verán porque están perdidos, olvidados. Porque yo escribo desde que leo poesía y eso ocurre desde 1958, a los catorce años, estando yo en tercero de media, en el colegio de La Inmaculada de los jesuitas de La Colmena, hoy la Universidad Federico Villarreal; al margen de Verso vulgar, en eso también resulto ser en cierto modo un precursor de Hora Zero, ¿no? Así pues, mis dos etapas, del 65 al 90 y del 91 al 16, ambas casualmente duran veintiséis años y ambas terminan en sendas publicaciones de mi obra completa en el Perú, en 1990 La constancia del tiempo y en 2016 Opus est, que significa ‘es necesario’. Pero lo que es más importante desde mi punto de vista es que la frontera entre ambos periodos viene marcada por unos poemarios que en cierta medida señalan un cambio, esto es, Simetrías o Entre espadas de Damocles respecto de Contra la condena de las flores o Nunca hallarán mis labios, así como hacia 2016 se produce otro nuevo giro, que se evidencia ya en Victoriosos vencidos o en el poema “Chacales del sistema” del poemario Entrada al otro mundo, porque aunque no estén al final de Opus est sin embargo es lo último producido del conjunto, pues ya no es de recibo un criterio cronológico en la taxonomía de las obras.
–¿Hay muchos rasgos comunes entre la poesía latinoamericana y la española?
–Yo diría que al margen de la lengua sólo algunas e incluso muy poco la lengua, que ya en poesía no es la literaria, sino los diversos registros diatópicos. Las coincidencias diría yo se basan sobre todo en el uso mayoritario del verso libre, del abandono casi de la tradición métrica, de la presencia de una temática contemporánea global y sobre todo de la inexistencia de una uniformidad estilística o, lo que es lo mismo, de la presencia simultánea de muy diversos lenguajes poéticos y formas líricas.
–¿En qué estado se encuentra la poesía latinoamericana actualmente? ¿La masiva producción de textos narrativos opaca un poco el trabajo de los poetas?
–La pregunta inicial encierra al menos dos significados; ¿en qué estado de producción y de consumo? En el aspecto creativo hay un cierto trabajo de experimentación con el lenguaje, caso del neobarroquismo por ejemplo, aunque yo ahí distinguiría dos vertientes, una que más bien podría llamarse neosurrealismo y otra propiamente neobarroca, unos al estilo gongorino de “viendo el fiero pastor, voces él tantas,” y otros al quevedesco estilo de “en una de fregar cayó caldera”.
En cuanto a la otra parte de la pregunta, no hay tan masiva producción de textos narrativos en comparación con los poéticos, diría yo que más bien es al contrario. Lo que opaca un poco es que los novelistas cuentan con un corpus hermenéutico de la narrativa cuyo equivalente en la poesía no existe; una novela contemporánea podrá ser aburrida, anodina, insustancial, podrá tener tremendos errores de forma, pero seguirá siendo una novela, una novela mala, pésima, pero novela; la diferencia con la poesía estriba en que a lo que se vende como poemario le pueden faltar los poemas, porque esté lleno de textos que no son poéticos, a esto nos ha conducido muchas veces el versolibrismo, versos que son trozos arbitrarios de textos entrecortados, una mezcolanza y revoltijo de formas como estructura métrica o poemática, o tonos lo más alejados de las cualidades poéticas de su lenguaje; y eso ahuyenta lectores, potenciales amantes de la poesía, pudiendo producirse un cierto desapego hacia la lírica, más grave si se tiene en cuenta que la poesía requiere más que la novela siempre un lector ya iniciado y experimentado en el propio género.
–Usted ha sido profesor durante muchos años. ¿Siente que en estos tiempos de inmediatez y de información efímera los jóvenes se alejan más de manifestaciones artísticas como la poesía?
–De eso saben bastante bien los psicólogos sociales, o sea también los politólogos y por ende sus marionetas periodísticas: me refiero al bombardeo de los medios de comunicación para saturar al público cuando una noticia es incómoda al poder; así de saturado debe de estar también el personal con la poesía cuando se dan tantas ferias de libros, festivales poéticos, concursos, premios, recitales, presentaciones, cuando existen tantas editoriales, cuando se publican tantos libros; cuando se producen tantísimos eventos es normal que exista una cierta saturación. Yo sé que no es muy político decir esto, pero sintiéndolo mucho esto es lo que pienso. De algo semejante se está hablando ahora en el Perú, de las demasiadas universidades, que muchas veces existen más como negocio que como centros educativos e incluso así, cuantas más universidades, también más alumnos y más profesores y por consiguiente una demanda mayor que va disminuyendo la calidad tanto del profesorado como del alumnado, así también las editoriales, que son los cimientos de todo el mencionado proceso de actos que giran en torno a novedades literarias muchas veces algo trasnochadas.
–¿Qué poetas jóvenes, tanto españoles como latinoamericanos, podría recomendarnos?
–Daré la misma respuesta que di en la Casa de la Literatura Peruana a la pregunta de Óscar Limache, ¿hasta cuándo se es poeta joven? Ese jueves 23 de agosto contesté que mientras uno siga siendo rebelde. La poesía joven es la que presenta una estética innovadora, quiero decir un enfoque temático original o una concepción artística diferente, una sensibilidad nueva, para entendernos; que se rebele ante la tradición y eso lo mismo da que lo asuma un poeta viejo o un poeta joven.
–¿Cómo observa desde España el turbulento panorama político del Perú?
–Nos da conciencia de que vivimos en una aldea global, con los mismos problemas de corrupción hasta los más elevados niveles del poder, con la misma grosería y obscenidad con que el poder político sustenta al poder económico y la misma zafiedad y estupidez con que los medios lavan el cerebro a los votantes o la hipocresía y fariseísmo con que se disfraza la mayoría de los partidos políticos.
–¿Por qué España es un país tan difícil de gobernar, con sus independentismos y sus políticos desprestigiados? ¿No se ha logrado recuperar del franquismo? ¿Encuentra similitudes entre sus dos patrias?
–No es que algún país sea difícil de gobernar, más bien en ese caso lo que es difícil es encontrar en ese momento políticos capaces de gobernar a ese país, cuya máxima consecuencia negativa llega a ser el propiciar, incrementar y cimentar un independentismo, que suele ser una reacción a toda intolerancia y sectarismo que se padezca colectivamente, por tanto estaríamos ante una sensibilidad social, más o menos mayoritaria.
Para saber si España se ha recuperado del franquismo hay que empezar por saber qué entendemos por franquismo y en mi opinión en esencia el franquismo es intolerancia y sectarismo y eso desgraciadamente ocurre en casi todos los órdenes de casi todos los países, incluído el Perú; no es una cuestión de dictadura o democracia simplemente, porque esa intolerancia y sectarismo dentro de una democracia deviene en una dictadura encubierta en cuanto se obtiene una mayoría absoluta; la intolerancia y el sectarismo son el germen de toda dictadura que puede acabar en violencia y contraviolencia, en terrorismo, en guerras de religión, etcétera. Para que una sociedad resulte ser verdaderamente democrática se debe dar la condición previa de que esa sociedad sea absolutamente dialogante, desterrando en los discursos los insultos, las amenazas, las descalificaciones en sustitución de argumentaciones y razonamientos.
–Cuéntenos un poco de relación actual con el Perú. ¿Qué tan seguido viene?
–Yo dejé de venir al Perú durante cierto tiempo a partir de 1990, como ya he comentado públicamente en algunas otras ocasiones recientes; la razón fue que me enteré fortuitamente de que existía la creencia de que yo era un senderista, no sé si debido a que en una entrevista en la que se me preguntó en 1990 acerca de la opinión de Mario Vargas Llosa, de que a Sendero sólo se le derrotaría militarmente, respondiese que discrepaba porque mientras se mantuviera la misma estructura socioeconómica del país podrían surgir nuevos movimientos subversivos, incluso terroristas; o si por el contrario o además fue debido a que cuando regresaba de ver la exposición de Ricardo Grau quise visitar a Susana Baca pero en su casa no había nadie que me abriera la puerta, a pesar de que insistí en diversas ocasiones espaciadas, y no fue hasta el siguiente día que entendí su ausencia porque al comprar el periódico leí que estaba presa; porqué se pensaba que yo era senderista habría que preguntárselo a la DIRCOTE. Eso atrasó mi retorno hasta ver que las aguas discurrían nuevamente por su curso normal; no niego mi discrepancia con el sistema político, económico y social que impera no sólo en el Perú sino en muchas partes del mundo, pero eso lo hago solamente desde mi función como escritor y por supuesto también como ciudadano en las votaciones electorales.
Pero tan grave como haber hecho antaño acusaciones de terrorismo sin fundamento alguno es hoy tildar de apología cualquier manifestación crítica y reflexiva acerca del pasado, fruto del sectarismo, la intolerancia, que cercena el diálogo, priva de la libertad de creación o de expresión y en definitiva vulnera la democracia. Aunque en realidad esto de levantar patrañas sin pruebas es algo generalizado en la sociedad peruana, según he podido comprobar recientemente, ya que últimamente se me ha tildado de aprista o de filoaprista tan sólo por departir o coincidir en mi última visita con alguien, ignoro con quién de entre una gran cantidad de gente con la que he estado, y se me acusa de aprista o filoaprista, a mí que jamás he militado en ningún partido político peruano, que participé en el proceso revolucionario y que siempre he sido partidario de una izquierda a la que a mi entender jamás ha pertenecido el APRA, aunque no por esto voy a negarle a ningún aprista la palabra o el saludo, porque caería en una actitud intolerante y sectaria, tan censurada por mí.
–¿En qué se encuentra trabajando en este momento?
–Tengo entre manos unos cuantos poemarios inéditos, que dejé reposar y que ahora estoy puliendo.
Copyright © Antonio Cillóniz de la Guerra 2025. Todos los derechos reservados.