Antonio Cillóniz ante el bicentenario

Manuel Quirós
Movimiento Cultural Internacional Ergo
Desde una mirada crítica y reflexiva, Antonio Cillóniz aborda el significado del Bicentenario peruano y su vínculo con la poesía, la historia y la identidad. Un diálogo entre memoria y palabra frente al país que somos y el que podríamos ser.

–En Victoriosos vencidos (2016), hay un tono contestatario visible y una denuncia que hace recordar al Vallejo, de España, aparta de mí este cáliz y a los poemas-manifiestos, de Lawrence Ferlinghetti. ¿Cómo surgió este libro?

–El germen de Victoriosos vencidos está en el primer poema, “Cantoral de la Doctrina Monroe”, que ya aparecía en la edición de Heredades del tiempo (Buenos Aires, 2012). Ese poema surge a raíz de diversos hechos que se entrelazan en el poema. Por un lado están los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001 o los atentados de Madrid de marzo de 2004. Según se va escribiendo el poema afloran otros temas como el golpe de Pinochet, el submarino Kurst y todo lo que viene a representar totalitarismo, guerras, personajes o políticas, Marilyn y Kennedy, Vietnam, Kissinger, Irak. El paso del poema al libro se va dando al ir saliendo poemas de la misma intención y tono compatibles, como el poema “En esta nueva Arcadia”, que es de 2012 y hace referencia a la crisis económica de 2008, agravada por las recomendaciones políticas del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y las medidas adoptadas por la Unión Europea, aunque no entró a formar parte de Heredades del tiempo, en que sí apareció “Cantoral de la Doctrina Monroe”. Por ese tiempo se fueron incorporando varios poemas más, primero el poema “Nada ni nunca nadie”, que se refiere a la crisis sociopolítica debido al desmantelamiento del estado del bienestar; después “Condenados a La Atlántida”, que trata del grave problema de la migración africana; y “El Danubio rojo”, al visitar ‘el campo de los españoles’, el campo de exterminio nazi de Mauthausen. Finalmente se incorporó “Contra el falso Rey Midas”, a raíz de una noticia periodística. Hasta aquí la edición de Lima en 2016. En una edición posterior, la de Lima de 2020, se incorporaron dos poemas más, dedicados a la España de la sedición y dictadura franquistas, «Pensando que ha de durar» y «Todavía vamos a vencer», ambos de carácter histórico.

Este tono se prolonga en el poemario Tríptico de las Furias de 2019. Y es de lamentar que cuando a petición de la revista sevillana Sibila enviara yo el poema segundo de este libro, “Quedaos aquí y velad conmigo”, la revista me pidiese otros, que ocupasen la misma extensión; un modo muy diplomático de seguir las exigencias del patrocinador, el BBVA, ya que dicho poema trata de la guerra civil con la muerte de García Lorca y de la posguerra con la muerte de una enfermera, en cuya casa yo viví unos años. El poema surge del sentimiento de vivir yo en la que fuera casa de la enfermera y es una pena que en ese tiempo, de enero de 2018 son las conversaciones con Sibila, pues el poema es de finales del 2017, el tema de la guerra civil, del asesinato de Lorca o de los fusilamientos de la posguerra no se hayan superado en España, más aún si tenemos en cuenta que la perspectiva de mi poema es global, quiero decir que adopta un punto de vista objetivo. Obviamente no colaboré con la revista. Lo mismo que me negué a modificar Después de caminar cierto tiempo hacia el este en 1971, cuando Ocnos de Barcelona iba a publicar el libro, pero la censura exigía la supresión de unos versos, a lo que me negué.

Me alegro de que este punto se haya enfocado desde la perspectiva de España, aparta de mí este cáliz, porque todo está a su vez en Poeta en Nueva York y Tierra y luna. Claro que cada cual a su modo. ¿Confluencia, coincidencia, influencia? Ahí lo dejo.

 

–Según su biografía, Ud. tuvo un tatarabuelo, por la rama materna, de origen venezolano, quien luchó en el ejército realista en las batallas de Junín y Ayacucho. Ahora, cómo ve el poeta Antonio Cillóniz al Perú que se acerca a los 200 años de su independencia.

–No sé de dónde proviene esa versión errónea, que creo muy extendida, porque han sido varias las veces que he debido rectificar ese término. Mi tatarabuelo venezolano fue el general Antonio de la Guerra Espinosa de los Monteros y luchó por la causa de la emancipación. Él perteneció al bando de Bolívar y se asentó finalmente en Piura. Y él fue quien rescató las cartas de Bolívar a Manuela Sáenz. De haber sido realista no habría ido a la casa de ella ni tal vez conociera la existencia de las cartas.

Respecto a cómo veo ahora el Perú, la cuestión es respecto a qué. Y ahí me vienen a la mente varios momentos históricos, que podría tomar como referencia. Uno es el Perú de González Prada, otro el de Mariátegui y, por último, el que podríamos considerar mío.

Lamentablemente los tres se parecen. Si leo a González Prada o a Mariátegui, percibo preocupación, lo mismo que siento hoy.

 

–Y hablando de independencia Ud. se considera un poeta independiente al no haberse unido o participado en los grupos literarios más significativos vinculados a las revistas Estación Reunida y Gleba Literaria o al movimiento Hora Zero.

–Yo no he creído nunca en los grupos literarios. El arte, en general, y por ende la poesía ha de ser original, al menos desde el Renacimiento; y eso exige que sea individual y no gregaria. Si en la poesía no hay una visión del mundo y una voz poética personales, dicha voz, con su visión, no interesan. Los oficios medievales se establecían y regían por los gremios de artesanos y así después surgieron en el arte los talleres de los ebanistas y también de los pintores o escultores, en donde un maestro formaba o utilizaba a sus oficiales. De esos talleres salían las obras rubricadas por los maestros. Así se crearon las diversas escuelas. Ese colectivismo es lo que se cultiva hoy en los talleres de escritura.

Esta concepción mía del arte es lo que ha llevado a la crítica a denominarme a mí o a mi poesía como ‘marginal’ (José Miguel Oviedo), ‘insular’ (Ricardo Falla), ‘periférico’ (Víctor Fuentes) o ‘atípica’ (Antonio Melis). En realidad, debido a que mis fuentes han sido distintas, tanto mis lecturas como mis experiencias; eso es lo que según creo ha hecho personal mi concepción artística o mi visión del mundo.

 

–Hemos llegado al Bicentenario y no hay nada que celebrar. La situación es caótica, de una crisis económica y social galopante. Y unos líderes políticos que no dieron ni dan la talla. ¿Cómo podemos ser optimistas y lúcidos?

Antonio Cillóniz: Debemos intentar ser lúcidos y optimistas como fueron los que he mencionado antes, respecto a la problemática peruana; en realidad quiero referirme al pesimismo y enfado de González Prada o al optimismo y seriedad de Mariátegui. Creación heroica, ni Mariátegui se pudo imaginar cuánto; ni calco ni copia, algo que Ravines no debió de saber lo que significaba. Peruanicemos el Perú, ¿alguien sabe lo que eso es en verdad? Porque lo han peruanizado a base sólo de pendejadas y criolladas.

El día que un presidente dé la talla, por su carácter ético y democrático, se procurará que dure tan sólo un par de días, si no es posible que sean únicamente horas.

 

–¿Cómo ve, desde su posición, la nueva corriente de poetas jóvenes en el Perú?

–Desde mi óptica, la opinión sobre la nueva corriente de poetas jóvenes del Perú se me presenta como una película en la que aparecemos nosotros al comienzo, cuando éramos jóvenes, y así se van sucediendo otros muchos hasta los jóvenes de hoy. Yo diría que más o menos hasta mi generación nuestra poesía se replanteaba la problemática histórica del Perú, entre otras cosas, como las consecuencias de la guerra fría, la coexistencia pacífica o la revolución cubana, así como otros hechos que podríamos denominar revolucionarios, sean las guerrillas, la muerte del Che, la Primavera de Praga, Vietnam o el Mayo Francés. Sin embargo, casi después de nosotros la poesía de los jóvenes se tornó existencial, con planteamientos, si no económico-sociales, meramente personales, bien de índole sentimental, amatoria o sexual. Me estoy refiriendo a aquellos aspectos más destacables; evidentemente no todo fue así. Llegamos al presente y creo que, salvo excepciones, aproximadamente la temática solamente ha cambiado en cuanto que se ha intensificado el sentimiento de desolación adoptando tonos de desgarro. Y se ha añadido una cierta reflexión filosófica de modo más generalizado que antes. Es lógico, como simple interacción con el entorno histórico.

Ahora bien, en cuanto a la formalización de esa visión del mundo que veíamos antes, diré que la ruptura con la tradición métrica clásica que perduraba hasta la Generación del 50 y que se realizó en los ’60, no es que perdure, es que se ha acrecentado. Nosotros en los ’60 inclinamos radicalmente la balanza métrica de nuestros versos hacia el versolibrismo, pero perduraban las raíces de nuestra formación y primeras lecturas, que estuvieron orientadas hacia la tradición poética española, bien directamente o bien a través de la poesía peruana. Pero a partir de nosotros empezó el versolibrismo a convivir con el traduccionismo; quiero decir que las fuentes se fueron haciendo provenientes de versiones cada vez más de traductores que de poetas. De modo que lo que es hoy excepción antes era norma y al revés. Aunque hoy la variedad es muy amplia, tanto en el aspecto de la creación como en el de la difusión. Si antes casi todo el consumo se hacía a través de la impresión, hoy la recepción se realiza casi mayoritariamente a través de redes sociales y es un consumo inmediato, casi instantáneo y efímero.

En cuanto a calidad, siempre ha habido, hay y seguirá habiendo promesas que se truncan o que se convierten en realidad. Porque no toda expresión sirve, como no todo contenido es válido.

 

–Hay poetas que han sido maltratados, ninguneados de aparentes Antologías “completas” de poesía peruana. ¿Qué cree que hace falta para que tanto la crítica como el estado (Ministerio de Cultura) dé valor real a sus poetas?

–El hecho de que una antología se convierta en un antojo, bien por presencias o ausencias, no siempre obedece a cuestiones de gustos. Ahora, por ejemplo, están muy presentes las dinámicas anticanónicas. Y lo que subyace muchas veces es, si no un desconocimiento, un trasfondo ideológico, esto es, una discriminación política o cultural. La expresión artística se debe adaptar a la visión del mundo que se trate de representar, pero esta visión viene conformada por la concepción que se tenga de dicha realidad, es decir, de la propia ideología.

Debo decir que las antologías sobre poesía coetánea suelen ser de dudosa validez, por aquello de que la sensibilidad –para valorar las estéticas más rupturistas del momento y que luego serán canónicas– tarda en conformarse, lo que demora el gusto en adoptar esa nueva sensibilidad. Pero porqué ha tenido que escribir Vallejo Trilce, ¿nos suena? «Por lo demás, el libro ha caído en el mayor vacío. Me siento colmado de ridículo, sumergido a fondo en ese carcajeo burlesco de la estupidez circundante, como un niño que se llevará torpemente la cuchara por las narices. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre!», ¿nos suena?

 

–Otro problema en Perú es la poesía escrita por mujeres, recibiendo pocas inclusiones en antologías y la poca visualización o realce por la crítica. ¿Qué opinión tiene al respecto?

–Creo que este tema lo he contestado antes, al referirme a la actual poesía joven o a las ausencias en las antologías. Ya he respondido a este punto, porque yo no cometo el mismo error de Federico de Onís de –entre los criterios clasificatorios de la poesía– establecer el de la poesía femenina. Personalmente creo firmemente que es equivocado identificar tendencias poéticas calificándolas como poesía de hombres o de mujeres. Y en nada ayuda tratar de atrincherarse, unas u otros, ni tampoco actuar bajo la premisa de los cupos; lo que debe primar exclusivamente es la calidad. Si la crítica obra prejuiciosamente, no hay que caer en lo antedicho, sino realizar la contracrítica o el anticanon. Con esto no pretendo negar la situación que se remonta a una sociedad machista, que perdura en muchísimos aspectos; afirmo que debemos guiarnos solamente por la calidad o cualidades.