Marco Martos Carrera

Universidad Nacional Mayor de San Marcos / Perú

SOBRE ANTONIO CILLÓNIZ [1]

En 1970 había una gran expectativa en todo el Perú por los resultados posibles del premio “El Poeta Joven del Perú” que otorgaba la revista Cuadernos Trimestrales de Poesía que estaba dirigida por Marco Antonio Corcuera. Me tocó participar como miembro de ese jurado junto a Arturo Corcuera y a Juan Ríos. Era mucha responsabilidad. Antes, el premio, en 1960, lo habían ganado César Calvo y Javier Heraud, y, en 1965, Winston Orrillo y Manuel Ibáñez. En esa ocasión, obtuvieron el galardón Antonio Cillóniz y José Watanabe. Y los miembros del jurado quedamos contentos con nuestra decisión, confiados en que asistíamos a los momentos literarios de despegue de dos notables escritores que darían mucho que hablar en el futuro, como en efecto ha sucedido, pues las obras de Watanabe y de Cillóniz se sostienen en el tiempo. Se me da ahora la oportunidad en esta ocasión decir unas palabras sobre Antonio Cillóniz, que ha hecho, durante toda su vida, una ofrenda permanente a la poesía.

Y aunque los premios literarios no son sino indicios de la calidad de los escritores, la obtención sucesiva de ellos, otorgados por diferentes jurados, son un permanente informe a los lectores de que literatos muy interesados distinguen a algunas obras y a algunos escritores. Y eso es lo que hay que advertir cuando se trata de Cillóniz, un poeta insular en la tradición peruana, que usa a voluntad lo que da la patria más grande, la del idioma, pues ha sido distinguido con diferentes premios en España y en el Perú, el último de los cuales es el Premio Nacional de Literatura en nuestra patria. Cillóniz tiene en su poesía, como lo ha advertido Antonio Melis, una actitud coherente, un discurso envolvente que da sentido a todo lo que escribe. Se podía distinguir, desde sus primeros poemas, los de 1966 y 1971, un conocimiento de la tradición cultural que no tenían muchos de los que empezaban al mismo tiempo que él que solo basaban su relación con la poesía en un atrevido lenguaje de las calles. Ya en ese libro que ganó el premio del Poeta Joven del Perú Después de caminar cierto tiempo hacia el Este, el poeta hacía gala de su relación profunda con la historia. Y esa será una característica que conservará a lo largo del tiempo, situado en el aquí y ahora, escudriña el pasado, lo examina, para dejarnos versos que ayuden a vivir mañana, como lo dijo el poeta Wáshington Delgado. Sus poemas penetran la realidad y quieren explicarla en pocas palabras. Tienen una erudición que no ofende al intonso, y por eso pueden conmover a muchos. En estos tiempos complejos, de mucho sufrimiento para la humanidad, sus versos hacen el papel de bálsamo que da tranquilidad a muchos. Cillóniz escribió en 2003:

MEDICIÓN DEL TIEMPO

1
Todo es presente para el tiempo,
cautiva suspensión de eternidades;
aun cuando estén ausentes
futuras y pasadas existencias.
Mañana –demasiado pronto– será
pasado para algunos
o –demasiado tarde– ayer ha sido
futuro siempre de otros.
Rama de primavera
que alienta en el otoño,
cenizas que arden todavía,
ya que todo se muestra en cada instante,
aunque sean nostalgias o esperanzas vanas.

2
El tiempo
no mide nada.
Nada le importa la existencia, ni la propia muerte
nada le importa.
Nada le importan nuestros días breves de alegría,
ni nuestras hondas noches de tristeza,
nadie le importa.
Porque el tiempo no es un reloj
con el cual midamos los hombres la esperanza
o la desesperada espera de la muerte;
porque tampoco el tiempo es nuestra agenda
donde meticulosamente vamos anotando
lo fugaz que resulta nuestra vida.
El tiempo existe al margen de los calendarios
y lejos
del alcance de la mano del hombre.
En realidad
se parece más a los animales
que nómadamente copulan, defecan, cazan y duermen
sin mercados, sin cuartos de baño, sin oficinas
tan sólo
siguiendo el rastro del destino
o las huellas fatales de su instinto,
sin preocuparles ya la muerte.
Pero en verdad
lo que más distingue a los hombres de los animales
no es el copular y defecar en secreto.
En realidad los hombres no sobresalimos
por hacer de la caza o el sueño una actividad privada,
ni siquiera lucrativa porque cacen otros para nosotros,
o permitiendo que hasta sueñen
que defecan y copulan lo mismo que nosotros,
sino por haber domesticado animales
e incluso haberles puesto hombres a su servicio.
El tiempo existe verdaderamente
al margen de lo que hagamos o recordemos
haber hecho los hombres.

3
El corazón no tiene edad, no sabe
de los pequeños lirios, atesora
tan sólo tiempo, como el sol
arde, pero él en sombras vive
las esperanzas del futuro
o los recuerdos del pasado
como un presente no vivido ni soñado.
(De Su propio afán)

Lima, 19 de enero de 2021

[1] Palabras de Marco Martos Carrera –poeta, catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua– sobre Antonio Cillóniz, en el Acto de la Fundación Marco Antonio Corcuera y la Universidad de Piura conmemorando el Cincuentenario del Premio “El Poeta Joven del Perú, 1970”.

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