Antonio Collóniz y “El estilo tardío”
Leer másEscritor, sociólogo / Perú
Mi primer contacto con la poesía de Antonio Cillóniz fue cuando yo tenía 22 años con el libro Antología de la poesía peruana (tomo 2), publicado por PEISA, por encargo del gobierno militar. Ya en los poemas publicados en esta antología, yo podía intuir que se trataba de un poeta con diferentes referencias, motivos y ejes temáticos, cronotopos (si se quiere), a los de poetas de su generación como Cisneros, Hernández, Calvo, Orrillo, etc.
La representación mental que me he trazado al leer Monumento a los escombros es de un proyecto político inacabado y, peor aún, mal acabado o mal hecho. El Bicentenario llegó por todo lo alto y, debido a la desidia y a la indolencia de los grupos de poder económico que manejan los hilos y los sucesivos gobiernos, hoy los peruanos no tenemos nada que celebrar. La pandemia del COVID y la catástrofe sanitaria nos devolvieron de golpe a la cruda realidad y a la misma tragedia de hace 200 años. La única certeza es que seguimos siendo un país dividido y con grandes resabios de una sociedad tradicional.
Hoy los políticos se empeñan
(de robo en robo)
en enfrentarnos siempre
(por eso ellos se agrupan, se convocan, se congregan), porque mientras nos mantengamos divididos
no estaremos contra ellos nunca todos juntos.
SOCIEDAD AUTORITARIA
Ya González Prada denunció claramente, en Horas de lucha y en Pájinas libres, principalmente, algunos males y problemas sociales que conforman la estructura básica de la sociedad peruana (autoritarismo, clientelismo, patrimonialismo, racismo, etc.). De eso han pasado más de 100 años y muchos de esos males sociales hoy subsisten. Con esto se corrobora la vigencia de su crítica, pero además la labor de un escritor en una sociedad como la nuestra, tan autoritaria y de graves antagonismos sociales.
¿Cuál es la labor o responsabilidad de un escritor libertario o, si se quiere, progresista en el Perú de hoy?
En una sociedad de fuertes resabios de una sociedad tradicional y con un fuerte componente de autoritarismo, creemos que la labor de un escritor libertario es luchar contra la corriente, servir de fuerza disolvente y enfrentarse a ella mediante propaganda y ataque (como diría González Prada).
En sus orígenes la república tiene graves antagonismos y una fuerte herencia de lacras coloniales, algunas de las cuales persisten hasta hoy (como parte de la estructura básica de la sociedad peruana). Para Flores Galindo en La tradición autoritaria (1999): “La sociedad colonial, cuando llega la Independencia, no había producido ciudadanos como en América del Norte, sino hombres diferenciados por el color de la piel, el título nobiliario, el ingreso económico, los antepasados, el lugar de nacimiento” (p. 40).
Es decir, se trata de una sociedad de relaciones jerárquicas muy pronunciadas, en la cual hay resabios de la división colonial de una República de españoles, dominante, por un lado; y una República de indios, sojuzgada, por otro lado. Hace unas cuantas semanas un político millonario blanco profirió un discurso de odio, en un lugar público de la capital, frente a decenas de sus seguidores, quienes lo secundaron alegremente. El agraviado y amenazado fue un político serrano y mestizo. Hasta ahora no se han pronunciado la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público ni ninguna institución del Estado y la prensa limeña lo pasó por agua tibia. ¿Por qué no nos sorprende a los que hemos estudiado ciencias sociales en el Perú contemporáneo? Ciertamente, el prejuicio y el racismo no son unívocos y unilaterales, para nada. La violencia simbólica se retroalimenta y fluye en varias direcciones a través de los diversos estratos, clases sociales y grupos culturales.
En La tradición autoritaria se habla de una ruptura muy profunda, con graves consecuencias sociales. “La ruptura entre Estado y sociedad es, en realidad, la expresión política de un país donde las solidaridades son escasas, no existe una imagen común, ni se comparten proyectos colectivos. Ser peruano es una abstracción que se diluye en cualquier calle, entre rostros contrapuestos y personas que caminan ‘abriéndose paso’. El margen para el consenso resulta estrecho” (p. 62).
Somos una sociedad profundamente antidemocrática y desigual que, cada cierto tiempo, sacrifica a sus mejores hijos en un ritual cruento y absurdo. Mi padre, dirigente estudiantil de la UNI en los 60, no fue el único al que lo escuché decir que lo mejor de su generación murió en Mesa Pelada, en 1965.
Javier,
tu sangre derramada desde la canoa
se la ha llevado el río
y hasta ha borrado toda imagen tuya de sus aguas. Del miliciano auténtico tan sólo
hoy quedan tus escritos.
Y ahora, como Heraud,
tú habrías conseguido para siempre
hacer tan sólo con tu pluma todo
lo que tus balas
entonces no pudieron
ni lograrían alcanzar después jamás.
Si en Victoriosos vencidos, de 2016, Cillóniz denunciaba la Doctrina Monroe, el imperialismo norteamericano y el fascismo como enemigos de la libertad y de la autonomía política, así como de la autodeterminación; en Monumento a los escombros denuncia la mixtificación y la mediatización que vienen cometiendo los grupos plutocráticos y hegemónicos que controlan el Estado criollo desde hace 200 años en el Perú. Este sojuzgamiento viene cometiéndose con base en una violencia simbólica eficaz (gracias a los medios masivos de comunicación) y a una violencia física arbitraria. De este modo:
Cuando yo miro la bandera de mi patria entonces veo
un pañuelo todo en sudor bañado,
un pañuelo siempre bañado en sangre, un pañuelo bañado sólo en lágrimas. O una sábana que nos sirva de mortaja.
NEOCOLONIALISMO
Según el mapa etnolingüístico 2010, elaborado por el antropólogo José Portocarrero, en el Perú existen 67 lenguas originarias, es decir hay el mismo número de pueblos originarios. En el país viven más de 6 millones 480 mil indígenas, lo que representa al 24 % de la población total. 55 % de indígenas vive en situación de pobreza.
La esperanza de vida de las poblaciones amazónicas rurales fluctúa entre los 40 y 49 años. El promedio nacional es de 71 años.
¿De qué desarrollo y progreso hablamos, entonces? ¿Se puede hablar de literatura nacional de una forma unilateral/unívoca si no los tenemos en cuenta?
Como dice Amy Gutman:
Las democracias liberales […] no pueden considerar a la ciudadanía como una identidad universal general, porque: 1) cada persona es única, es un individuo creativo y creador de sí mismo […] 2) las personas también son: ‘transmisoras de la cultura’, y las culturas que transmiten difieren de acuerdo con sus identificaciones pasadas y presentes1.
Al reconocer la diversidad cultural de un país, se están reconociendo grupos sociales que representan etnias y tradiciones culturales distintas, pero con los mismos derechos económicos, políticos y sociales que los demás, al formar parte de una misma nación. El reconocimiento explícito del derecho de estos grupos a educarse, a actuar, a organizarse libremente y realizarse plenamente, sin ser discriminados y excluidos, crea un clima de inclusión que cohesiona la sociedad y contribuye a la formación de una identidad cultural beneficiosa para el desarrollo2.
Una violencia simbólica y real ha sido ejercida históricamente contra la población indígena de nuestros países. En el caso del Perú, en la Colonia y con posterioridad, a una República de indios, subordinada e invisibilizada, se le opuso en forma totalitaria una república de españoles, hegemónica y elitista.
Con respecto a la educación formal, un modelo de enseñanza jerarquizada y eurocéntrica fue impuesto deliberadamente por los grupos dominantes. De esta manera, una valiosa y específica tradición cultural –la de los llamados pueblos originarios– fue invisibilizada bajo una forma de opresión altamente eficaz. Así, según López (1996): “Desde los albores de su vida republicana, los países latinoamericanos diseñaron un tipo de educación que […] respondía a las necesidades educativas de sus clases dominantes que miraban más hacia fuera que hacia la realidad interior de los países a los que pertenecían…” (p. 23).
Y es que no podemos pasar por alto que los Estados nacionales, incluso el Estado peruano, no constituyen formaciones homogéneas. Como lo señala Walzer (1998):
La mayoría de los Estados que constituyen la comunidad internacional son Estados nacionales. Llamarles así no significa que están formados por poblaciones nacionales (étnicas o religiosas) homogéneas. […] Significa exclusivamente que un único grupo dominante organiza la vida en común de manera tal que refleja su propia historia y cultura y, si las cosas marchan como se pretende, lleva hacia adelante la historia y mantiene la cultura. Son esas intenciones las que determinan el carácter de la educación pública, los símbolos y el ceremonial de la vida pública, el calendario estatal y las fiestas o vacaciones que se disfrutan. Colocado entre las historias y las culturas, el Estado nacional no es neutral; su aparato político es una maquinaria para la reproducción nacional. (p. 39)
Debido a que el grupo dominante ha impuesto en nuestro país una forma de enseñanza, es imprescindible adoptar el multiculturalismo y la política de la diferencia, que supere la política de la dignidad igualitaria asociada al liberalismo clásico. “El liberalismo de la dignidad igualitaria parece suponer que hay unos principios universales que son ciegos a la diferencia” (Taylor, 1993, p. 68).
No vemos otra alternativa para superar la indiferencia y marginación en las que se encuentran los pueblos originarios o etnias ancestrales. Un Estado racista y excluyente ha sido óbice para lograr el reconocimiento de estos (un dato fáctico que debemos considerar es que, según la CVR, el 75 % de víctimas fatales del proceso de violencia política, iniciado en 1980, es quechuahablante).
Celebro la aparición de Monumento a los escombros porque es un alegato y una reivindicación de nuestros héroes soterrados por la historia oficial, asimismo es una reivindicación de la resistencia cultural de los pueblos originarios contra el Estado criollo. De este modo:
Por eso escribo yo esto
para decir que ahora
sólo hay una persona en todo el territorio que habla taushiro sin poder oírlo a nadie,
salvo mientras conversa con él mismo a solas. Cuatro hablan iñapari todavía
y tres muniche aún.
Ya menos de cien mil hablaban el asháninka después de las matanzas,
mas con la construcción de los embalses
se inundarán sus tierras
y vivirán así desperdigados
sin festejos locales,
sin consejos de ancianos,
sin un pueblo tan sólo de ellos.
[1] Amy Gutman, Introducción, en: Charles Taylor. El multiculturalismo y la “política del reconocimiento. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1993, p.16.
[2] Véase: Guillermo Cortés, Tan cerca y tan lejos: Los vaivenes de las políticas culturales. Lima: INC, 2006.
FLORES GALINDO, A. (1999). La tradición autoritaria. Violencia y democracia en el Perú. Lima: Sur Casa de Estudios del Socialismo.
GONZÁLEZ PRADA, M. (2005). Pájinas libres. Lima: El Comercio.
KYMLICKA, W. (2002). Estados multiculturales y ciudadanos interculturales. Recuperado el 25 de octubre de 2019 de https://sicologias.files.wordpress.com/2015/0 1/13b-kymlicha-estados-multiculturales.pdf LÓPEZ, S. (2007) Ciudadanos reales e imaginarios. Lima: Instituto Diálogo y Propuestas.
LÓPEZ, L. (1996). «No más danzas de ratones grises: sobre interculturalidad, democracia y educación». En: Godenzzi (compilador). Educación e interculturalidad en los Andes y Amazonía. Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas.
QUIROZ, A. W. (2013). Historia de la corrupción en el Perú. Lima: IEP. TAYLOR, Ch. (1993). El multiculturalismo y la “política del reconocimiento”. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.
WALZER, M. (1998). Tratado sobre la tolerancia. Barcelona: Paidós.
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