Antonio Collóniz, todo el tiempo opus est poesía completa
Leer másUniversidad de Alicante / España
Antes de entrar en la presentación de los dos recientes poemarios de Antonio Cillóniz, quisiera felicitar a la editorial Hipocampo por la bellísima edición de ambos libros, así como por esta continuidad que ha dado a la publicación de la obra de Cillóniz tras haber editado en 2016 Opus est poesía completa (1965-2016), una colección que compiló más de cinco décadas de trayectoria poética, iniciada ‒cabe recordar‒ con el poemario Verso vulgar (1965-1967) y continuada con el libro que ganó el premio El Poeta Joven del Perú en 1970: Después de caminar cierto tiempo hacia el este. Esta densa y dilatada trayectoria sería reconocida en Perú en 2019 con el Premio Nacional de Literatura, por el libro Usina de dolor (Hipocampo, 2018).
Sorprende, tras la trayectoria mencionada, la prolífica producción que ha mantenido el poeta en los últimos años, por ejemplo la de 2019, cuando Hipocampo Editores continuó con la publicación de libros de poemas como Tríptico de Las Furias, Versión del otorongo, la novela Así así nomás y el libro de ensayos Crítica & Poética.
Hoy presentamos dos libros de 2021, también editados por Hipocampo, Llover sobre mojado y Quién sabe qué, que vienen a ratificar la permanencia de un proyecto poético que tiene ejes vertebradores de principio a fin, entre los que prima el compromiso con la humanidad y su expresión a través de la palabra poética. En este sentido, quiero comenzar diciendo que, a mi modo de ver, la calificación de la poesía de Cillóniz como insular, extraña, huraña, etc., no responde tanto a la realidad de su esencia sino tal vez más a la condición exiliada de Cillóniz, con una vida alejada del país natal. Leer a Cillóniz de inmediato nos conecta con toda la tradición de la poesía anclada en el ser humano, de raigambre vallejiana, y apegada a la idea del compromiso social (poesía “civil antes que política”, nos dirá Antonio Melis en el prólogo a Victoriosos vencidos, 9), si bien qué duda cabe que el poeta ha logrado, en el seno de esa tradición, un tono propio, una voz singular. Lo ha dicho muy bien Alberto Alarcón en el libro de ensayos dedicados a su obra: “ha construido su propio derrotero. No quiere, no intenta, ni busca ser epígono de nadie. Desde Verso vulgar es un poeta con voz propia, y esa es su fortuna. Todo lo hecho a lo largo de su experiencia creadora es modular tal voz, acrecentarla y conferirle una sonoridad que no se parezca a ninguna otra porque sólo de esa manera puede expresar –de modo absolutamente personal– las luces y las tinieblas del mundo en que vivimos, tan desastroso, tan terriblemente inhumano” 1.
Tales líneas, con las no puedo estar más de acuerdo, sintetizan mi experiencia lectora de los poemarios que hoy presentamos, que efectivamente continúan y acrecientan un proyecto poético en esa doble dimensión: tradición y singularidad, y no tanto insularidad.
Sin duda, la rebeldía y el dictamen vallejiano “toda voz genial viene del pueblo y va hacia él” siguen siendo el marchamo de la poética de Cillóniz en Llover sobre mojado y Quién sabe qué; dos poemarios que se inscriben, nuevamente, en la gran tradición de una poesía que clama contra las desigualdades de un mundo cuyas atrocidades se denuncian en los poemas desde diferentes ángulos interconectados: la política, la historia, la corrupción, la religión…; en suma, poesía que censura sin tapujos desde una concepción de lo social como el elemento cardinal que la constituye. Partiendo de esta actitud insobornable, Cillóniz atiza la crítica contra las grandes injusticias, y lo hace, en muchos casos, con el humor y la ironía que han sido elementos sustanciales de su poética. Todo ello canalizado a través de un trabajo estético riguroso, con un registro que, siendo coloquial es complejo en su entraña retórica, y que nunca destila artificio sino todo lo contrario: transmite en todo momento una categórica sinceridad. Tal combinación resulta en la maestría de poemas que son muestra de economía poética en su austeridad, y eficacia artística para el objetivo crítico que es su fin.
Unos versos muy contundentes del libro que hoy presentamos, Llover sobre mojado, y en concreto de la primera parte, “Más vale tarde”, dejan bien clara la continuidad del objetivo poético, que “viene del pueblo y va hacia él”. El poema que cito a continuación me conecta con el tan conocido poema de Neruda, paradigmático de su cambio hacia la poesía social, “Explico algunas cosas”, del Canto general, que empezaba con aquel “Preguntaréis Y dónde están las lilas? Y la metafísica cubierta de amapolas?”, y terminaba con el inolvidable “venid a ver la sangre por las calles” de la Guerra Civil española. Cillóniz lanza ahora una pregunta al lector para hablarnos de la poesía de su país y respondernos sobre cuál es su canon personal, que deriva en una diáfana declaración poética:
Si te preguntas
por el canon poético de mi país
yo te diré que escarbes en la tierra
hasta que encuentres el sudor del que sembró la papa […]
Si nada de eso se oye en lo que suena,
si no se muestra nada de eso en lo que miras
ese canon poético no sirve,
no puede ser jamás el de mi patria.
Versos que ratifican el anclaje de la concepción poética en la conciencia social, como esencia permanente de todo un dilatado proyecto literario en el que se conjugan desgarro, ternura, acidez, parodia, realismo social, reflexión metafísica y pensamiento metaliterario. Ahora bien, en los libros que hoy presentamos, Cillóniz da un paso más allá en la reflexión sobre temas cásicos de su poética, tales como el tiempo, o la realidad histórica (en la que entran en juego pasado histórico, pasado reciente y presente, tanto de España, como del Perú). Tal y como ha escrito el poeta y Presidente de la Academia Peruana de la Lengua, Marco Martos: “esa será una característica que conservará a lo largo del tiempo, situado en el aquí y ahora, escudriña el pasado, lo examina, para dejarnos versos que ayuden a vivir mañana2. Y en ese empeño sigue Cillóniz en Llover sobre mojado cuando escribe:
Si así gobierna España
sus propios territorios hoy imaginen entonces
lo que serían antes sus colonias o el trato que reciben ellas tras su independencia ahora. Pero doblo el periódico y me asomo a la ventana y veo que mi propio país se trata
como si él mismo fuese siempre su metrópolis.
Así, en su eterna relación con la historia, Cillóniz profundiza en estos poemarios su exploración poética en el tiempo, que es tanto el social como el personal, este último auscultado desde una perspectiva metafísica. Para la exploración en el primer tiempo, el social, y por tanto histórico, quiero recordar lo escrito por Vicente Cervera a propósito del poemario Heredades del tiempo: “nos insta Antonio Cillóniz a asomarnos no sólo a sus versos, también al espectáculo de nuestra sociedad, siempre con un ojo atento y solícito al pretérito “imperfecto” en que nuestros congéneres han ido escribiendo el gran libro de los hechos” 3. Pues bien, en Llover sobre mojado Cillóniz nos sigue instando a mirar con ojo crítico, a veces desesperado, la evolución del espectáculo social, siempre apuntando a las grandes lacras de la sociedad, como leemos en este poema:
Y los sirvientes de los viejos hacendados
o hasta sus hijos
criados de esos otros hijos que criaron ellos
y ahora dueños
después de la Reforma Agraria
de industrias y de empresas
o de las mismas tierras de antes.
Viejos sirvientes y criados jóvenes
que secundan las risas del patrón
en público y a solas
burlándose de la humildad y sencillez
de un campesino o de un maestro
metidos en política para cambiar las cosas
entre empleado y amo
o subalterno y jefe
El vaciamiento de las palabras en la esfera política, y la política hueca, cuando no malintencionada, siguen estando en el objetivo en Llover sobre mojado:
Libertad de expresión
y Democracia,
dos conceptos abstractos
que se repiten
diariamente en los diarios,
teledirigidamente en las televisiones,
recientemente de la noche a la mañana
y ya de la mañana hasta la noche en cada radio.
Expresión libre
y Gobierno del pueblo,
dos conceptos concretos
que no se corresponden con ninguna realidad:
No escribas,
copia lo que te dicten.
Si no a la calle.
Una crítica que llega a la actualidad más reciente, con la pandemia que todavía seguimos viviendo:
Así también como esas otras jóvenes
vestidas de abuelitas
para ser atendidas antes contra el virus
y sin embargo nadie apresa al congresista o al ministro
que sí se vacunaron.
Y ahora cantan, cantan y se ríen todos ellos.
Cuando todo ocurrió delante de nosotros
en la pantalla al menos de un televisor.
Podríamos seguir repasando todos los temas sociales en los que Cillóniz pone el objetivo, como el neocolonialismo en el contexto latinoamericano. Y por supuesto, la actualidad política del Perú, siempre atada a la lacra de la corrupción: “¿No es suficiente que haya cinco presidentes presos ya?, / ¿también necesitamos candidatos presos? […] Presagio de que en unos días como ahora / allí estarían / los que se sienten en el Constitucional / lavándose las manos”.
“Podríamos seguir” es el título de la segunda parte del poemario y en ella continúa esa veta de crítica social que alcanza a los poderes de la iglesia y su historia, y fundamentalmente a la desigualdad. Un poema, para mi gusto, destaca en este sentido por el trabajo estético con las palabras, sus esencias, sus opuestos, a través del cual el lector asiste a las múltiples posibilidades que el poeta le arranca al lenguaje, pero nunca para quedarse en la superficie de esa construcción formal, sino para el fin comunicativo de un contenido que sigue siendo fundamental:
Y estoy en lo más hondo de este valle
por donde todo corre río arriba pero acá
se estanca sólo
la sequedad porque jamás hay nubes.
Y a pesar de la claridad del cielo
sólo hay del sol la sombra
de esa montaña ante nosotros,
ignorando que se alza tanto así
tan sólo por estar encima
de una falda que desde abajo
sostiene sus laderas.
Igual que siempre
hay otros pies de algunos hombres
por encima de nuestros hombros.
Llama la atención en esta segunda parte del poemario la intensa presencia del Perú, el dolor de la patria expresado desde la ventana de la poesía en un poema tan intenso como el que sigue:
Cansado de mirar desde mi casa
la frente sudorosa de mi patria,
sus pies ensangrentados.
Después de ver las cicatrices de su espalda,
aquí,
en esta misma casa,
he puesto una ventana nueva,
incluso sin cristales.
Para que pueda entrar otro aire
más limpio y puro
en vez de este humo.
Siguiendo en la vertebración poética de la visión del Perú, resulta especialmente interesante la expresión de la nostalgia de la patria desde la perspectiva urbana que nos aporta este poema:
Cuando me olvido de mi patria
es cuanto más la siento
porque está alrededor de mí
en el aire de cada bocacalle
a la vuelta de todas las esquinas,
todo a lo largo de la misma calle
por la que ahora voy mañana
o tarde más que nunca.
Quién sabe qué es el otro poemario que hoy presentamos. Pero por no abusar del tiempo daré tan solo alguna pincelada. El libro comienza con una serie de poemas que, a modo de pieza musical estructurada en “variaciones”, se titulan “dominaciones 1,2,3 etc.”, título que ya anuncia el tono y el tema, pues en toda dominación hay siempre un dominado. La crítica a la política, su cortoplacismo y la carencia de altas miras va a ser eje vertebrador del poemario, que nuevamente revela el eficaz dominio del idioma, manejado a través de la economía y la sequedad, los juegos de palabras y de contrarios de raigambre coloquial. La derivada de dicha crítica será la expresión poética del escepticismo, expresado con rotundidad en versos como:
Ahora que conozco a casi todos
no me siento pro alguien ni pro nadie,
pero tampoco ya anti todo, ni anti parte, ni anti nada.
Tan sólo amigo, hermanos,
tan sólo compañero, camaradas.
De nuevo la desigualdad será un tema principal. Pero el poemario contiene también la antes anunciada reflexión sobre el tiempo personal, la que se nos da desde una perspectiva metafísica poetizada por Cillóniz desde este preciso instante de su vida:
Ahora veo el mundo con los mismos ojos que de niño yo.
Sólo que entonces lo veía todo
mucho más confiado y muchísimo más grande al lado mío.
Detrás,
los pasos de mi padre bien seguros.
Y a mi costado
la mano siempre de mi madre
llevándome
urgentemente hacia el futuro.
Esta reflexión sobre el tiempo tiene momentos de epifanía, como escribió Vicente Cervera: “degradación y epifanía; desmoronamiento y remonte; del zenit al nadir y del nadir nuevamente hacia el zenit”4:
Estoy en el mañana.
gual que a ti, me han regalado un lápiz.
Para pintar
la nueva aurora, basta.
Al dibujar, un cielo claro
y el sol radiante, no resulta necesario
un borrador, sino tan sólo el aire.
Que hoy yendo por cualquiera de las calles
es imposible respirar profundamente.
Por último, tratándose del tiempo, quiero leer un poema sobre la muerte, que traduce la misma concepción apegada a la tierra, profundamente humana, y de nuevo, intensamente crítica con la vida:
Porque el sudor no sobrevive al húmero, alegrémonos.
Congratulémonos porque el dolor no sobrevive al hueso.
De que no sentiremos después hambre
aunque el estómago vacío siempre permanezca,
felicitémonos entonces.
Pero porque hemos padecido tanto
compadezcámonos
por no haber alcanzado en vida
lo que esperamos que la muerte logre. Porque vamos a desaparecer sin más.
Pero también tengamos el valor al menos de sentir piedad
por los que quedan.
No quiero finalizar sin comentar otro tema fundamental de este poemario, la reflexión metaliteraria, que aparece en varios poemas dedicados al acto de escribir. Entre ellos, el poema con el que Cillóniz teje un luminoso hilo con el gran poeta Martín Adán, con quien comparte la maestría en el uso del humor; un poema en el que Cillóniz apunta hacia uno de los elementos poéticos más significativos de la obra adaniana: aquella rosa con la que Rafael de la Fuente Benavides emprendió su particular búsqueda ontológica con el fin, imposible, de asir la trascendencia. La rosa como símbolo de lo inefable reaparece ahora, despojada, en este hermoso poema de Cillóniz, definitorio y concluyente de su poética profundamente humana:
Y NO LA TOQUES TÚ YA MÁS, ADÁN
Que siempre son así, Martín,
cada una de las rosas,
que son como las cosas.
E igual que el viento entre las nubes
ténsalas tú como violines, si prefieres,
que yo como guitarras
bajo la sombra de mis manos las distiendo.
El poema me permite concluir mi intervención con un recuerdo de un poeta muy ligado a mi Universidad de Alicante, el uruguayo Mario Benedetti, que en 1999 nos cedió su nombre para el Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti, por mí dirigido durante la última década. En un brillante artículo titulado “Los poetas ante la poesía”, Benedetti escribió: «El peruano Martín Adán escribe simplemente: “Poesía es asá. Yo no sé poesía, / sino escribir callando, todo lo que me escribo / como si fuera real todo lo que querría”. Otro peruano, 37 años más joven, Antonio Cillóniz, es más contundente: “Con mi verso construyo / lo que quiero / que en la tierra quede destruido”». Benedetti me ha hecho el favor, con la elección de este verso tan profundamente significativo, de concluir mi intervención, pues concentra, en pocas palabras, toda la esencia poética de la trayectoria literaria de Antonio Cillóniz.
[1] Alberto Alarcón, “Palabras previas”, en VV.AA, Cillóniz. Valoración y trascendencia, Lima, Teófilo Gutiérrez Editor, Hipocampo Editores, 2020, p. 20.
[2] Marco Martos, “Sobre Antonio Cillóniz”, en op. cit., p. 11.
[3]Vicente Cervera, “La nueva Atlántida”, ibidem, p, 67.
[4] Cit., p. 69.
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