Dimas Arrieta Espinoza

Universidad Nacional Federico Villarreal / Perú

LOS CANTOS VICTORIOSOS DE CILLÓNIZ

Una necesidad en la literatura peruana, especialmente, en la lírica, el asentar, de una vez por todas, la presencia de Antonio Cillóniz, en el circuito literario. El poeta leyenda que, generaciones venideras del 60 y comienzos del 70, 80, 90, y 2000, con la aparición de Estos 13 (Lima, 1973), de José Miguel Oviedo, hemos sabido escuchar su voz que surgió para convivir con los grandes de la poesía peruana. Reconfortante es leerlo como presencia viva entre nosotros disfrutando sus textos.

Antonio Cillóniz, registró su nombre con Verso vulgar (Madrid, 1968), y Después de caminar cierto tiempo hacia el este (Lima, 1971, premio Poeta Joven del Perú 1970), Los dominios (Lima, 1975) Una noche en el caballo de Troya (Madrid 1987) Premio extraordinario de Poesía Iberoamericana 1985. Estamos hablando de poeta consagrado internacionalmente y traducido a otros idiomas.

Miembro de una generación 60 y 70, puentes verbales junto a Balo Sánchez León, Ricardo Falla, entre otros que, soltaron sus discursos hacia los desenfados venideros en la lírica peruana. La era del devenir seductor que siempre renueva sus discursos. Tradición instalada en 1911, con Simbólicas de José María Eguren y en 1922, con Trilce de César Vallejo, la poesía nunca más fue la misma, una forma decir y nombrar las cosas de una manera distinta. Por eso, hablamos del Siglo XX, o también “El siglo de oro de la poesía peruana”.

Con esos sólidos discursos de la tradición, los cantos de Cillóniz son los discursos victoriosos, en el idioma castellano, en la ardua tarea verbal que hace un poeta al elegir las palabras de su idioma con el cual se expresa. De allí viene esta interrogante ¿Para qué estudiamos la lírica de los poetas? ¿Por qué es importante la poesía en el idioma? Sencillamente, porque en la poesía escuchamos las estructuras y los recursos fónicos que tiene una lengua. Lo mejor de una lengua se expresa en la poesía, lo mejor de una cultura se expresa en la poesía, lo mejor de un tiempo y de una generación de generaciones se expresa en la poesía y estos son los cantos victoriosos de Antonio Cillóniz de la Guerra.

Por supuesto, una voz sólida, paciente, madura propuesta, que sabe lo que dice y bien propone en su habla poética, testigo de sus tiempos (así en plural) que ya vivió, que sigue viviendo, como testigo de su tiempo, hecho en “vivenciador” de su época y de las otras que fueron, que ya pasaron, pero que son su piel histórica, la carne de sus días que ya no están de sus hermanos planetarios, o los acontecimientos latinoamericanos. Por eso, en su radar lírico se siente el aliento cósmico del hombre, del ser humano hecho un “experienciador” como dice la gente piurana de mi tierra.

Un distintivo, al decir de Antonio Melis, que lo diferencia de los otros discursos

de la poesía declamatoria y panfletarios, siempre huyendo de los textos afectados por la política a la literatura. La poesía se ofrece interpretante el caos humano, esa es una manera distinta y distante de poetizar. Seguro son los años, de poeta, madre de la experiencia, la virtud prodigiosa y el ejercicio campal con el lenguaje, tantos años matrimoniado con el arte verbal, por eso advierte:

Impidan a los pájaros
Cruzar la línea imaginaria de la noche
Y la del día con su canto.
Impídanles cantar.
Prohíban que la sombra caiga
No permitan que el agua se congele
En forma de cristales, no permitan
Que sea el viento el que lo haga arder el aire,
No permitan que el lodo
Ahogue lo que ahora solo es polvo. No permitan
Que lo drogones soplen sobre hielo de los vidrios.
Hasta lograr que en polvo y humo se deshagan en el aire
Oliendo aún a amianto y a benceno,
No permitan que entierren con su sombra
En sus cenizas. (Pág. 25).

Los Victoriosos vencidos (Lima 2016) son cantos de largo aliento, poemas río que se desabordan de la problemática humana. ¿Qué es la vida en esencia? ¿Cuánto cuesta la existencia, al fin de cuentas, nada? y ¿Cuánto pesa nuestro aire? ¿Qué somos en el mundo? ¿Cuánto vale la respiración? Los dueños del mundo saben ponerle precio. Por eso el poeta pone en alerta los sentidos:

El alba está de luto,
No fue el azar que de los hados les llevó
A la fatalidad de cada suerte,
Sino el despliegue de las tropas fue
Quien les condujo a la certeza humana
De la mortalidad como destino.
De duelo se ha vestido el alba.
Ni siquiera la muerte estaba preparada.
Y esa noche ni el día la esperaba. (Pág. 30).

Una poética que toca el dolor, desde sus aristas sensoriales y sensitivas, desde el llanto doloroso de su episodio, desde el grito impotente del sufrido, en reciente, en su hoy como presencia ausencia. En su ayer, en su pasado que está en la conciencia histórica, cercana a nosotros, y más allá en otras latitudes, en otros hemisferios, otros rostros que también son humanos, porque todos somos nosotros, todos somos la raza humana. En esta poética va la conciencia viva, en cada en cada enunciado, en la garganta continuo del poema. Por este motivo son los versos victoriosos vencidos que, a pesar del tiempo transcurrido, quedará viviendo cuando se lea y relea. 

El libro está estructurado en siete cantos, dolorosos de la tragedia humana, la guerra y las sangrías, la ambición de los países ricos y poderosos, provocando el dolor universal, al fin de cuentas, en quienes padecemos sus brutalidades. Diferentes rostros de la tragedia humana, es decir, nosotros contra nosotros mismos, en siete cantos, como los siete días que Dios hizo el mundo, y puso a desmedro de los malos:

También
Un reloj de pulsera detenido con su atraso
A la hora en punto de la muerte
Y otro que todavía avanza indiferente
A la muñeca ya sin pulso
Y a la sangre apartada de su carne
Y a la carne arrancada de su sombra
A la sombra enterrada ya en su noche
Y ya a la nada
Desenrollando la espiral de todos los genomas
En una nebulosa gris de genes
Entre cromosomas sin células
Ni moléculas ni átomos
Cuyo ADN en electrones sueltos
Ya no es verificable. (Pág. 31).

Discurso diferente, con ese poder de síntesis en los versos, no es el dictamen anglosajón de la propuesta del poema narrativo, sino el dialogo con el mundo contemporáneo y sus laberintos. Está en la construcción de un texto de largo aliento, dosificados con los relámpagos líricos y fuerza en lenguaje diferente.

En conclusión, toda ruptura, en la poesía y en general en la literatura, deber ser con el lenguaje. La tradición poética y literaria es tradición lingüística. No existe en la poesía una tradición o un nuevo discurso poético, si no propone una distinta forma de decir y nombrar las cosas.

Este libro Victoriosos vencidos (2016), no solo constituye un muestrario de la experiencia y el ejercicio, en la poética, de Antonio Cillóniz, sino algo más, viene a suturar un discurso que faltaba darle su punto final. La clausura es evidente, de una época, de tiempos, de momentos discursivos. Como en la poesía toda ruptura siempre involucra al lenguaje. Es este instrumento, la acción primordial en la poesía, quien decide su trascendencia y evidencia su esencialidad .

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